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2021 AUTUMN

Vacantes fuera del campus

“Estudio, un dormitorio, apartamento compartido, habitación totalmente amueblada, nueva construcción, para alquilar...”

Anuncios de viviendas se adhieren en paredes, callejones, árboles, postes telefónicos y marquesinas de autobuses, esperando la atención de estudiantes y no estudiantes que pasean cerca de las numerosas universidades de Seúl. Pero solo logran indiferentes miradas.

A medida que más universidades optaron por dar clase en línea por el COVID-19, la población estudiantil se alejó de estos bulliciosos vecindarios. Alumnos coreanos e internacionales volvieron a casa. Los propietarios respondieron bajando el alquiler a la mitad, con la esperanza de atraer a no estudiantes o persuadir a los alumnos de esperar a que reanuden las clases presenciales en Seúl. Pero no fue bastante para frenar el éxodo.

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Antes, quedarse hubiera supuesto menos soledad. Los distritos universitarios de Seúl estaban llenos de pensiones que compensaban la modesta oferta de residencias universitarias. En vez de alquilar un apartamento y cocinar o limpiar por sí mismos, los estudiantes -lejos de casa y la familia- podían tener comida caliente casera preparada por la “tía” de la pensión. Y si era bondadosa, quizá ordenaría las habitaciones y lavaría la ropa.

Tan cariñosa atención ayudaba a los alumnos a superar su nostalgia. Los inquilinos solían volverse cercanos entre sí, y hasta crear vínculos de hermandad. De hecho, la vida en las pensiones ref lejaba la mentalidad comunitaria típica de los pueblos rurales que muchos inquilinos llamaban hogar. Pero dos tendencias empañaron este ambiente hogareño. Primero, la matrícula universitaria se disparó en la década de 1980 y se mantuvo al alza desde entonces. La demanda superó rápidamente a la oferta de cuartos en las pensiones, y la construcción de viviendas para estudiantes con unidades independientes y un mínimo espacio común, surgió como negocio rentable. Esto encajaba con la segunda tendencia: un cambio en las prioridades y el comportamiento social. A medida que Corea se urbanizaba, el espíritu comunal que alguna vez promovieron sus raíces agrarias disminuyó. La privacidad y la autonomía individual se volvieron omnipresentes y más valoradas.

Los apartamentos tipo estudio, de 20 metros cuadrados en promedio, pronto dominaron la construcción de viviendas para alumnos. Y al poco, una estéril relación entre propietario e inquilino reemplazó esa calidez entre propietarios de pensiones y estudiantes.

Ahora, las restricciones de la pandemia han silenciado los edificios residenciales y vaciado aceras antes llenas de estudiantes. Un balcón orientado al sur y una modesta cocina, un baño algo estrecho pero limpio, un armario empotrado y un escritorio, una cama individual... Una vez rebosante de sueños, pasiones y preocupaciones de ambición joven, el estudio ahora está vacío, y solo la luz del sol permanece igual.

Si volverá o no a llenarse de nuevos anhelos depende de la cobertura de la vacunación y del rumbo de la pandemia. Las universidades esperan que las condiciones permitan volver gradualmente a las clases presenciales. Eso debería sacar a los estudiantes de sus hogares y devolverlos a los estudios fuera del campus. Pero, por supuesto, la pandemia puede sorprender aún más y hacer que esos anuncios de vivienda parezcan una ocurrencia tardía.

Kim Hwa-young Crítico literario; Miembro de la Academia Nacional de las Artes

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