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2021 WINTER

Hanok: espacio de cambio

En sintonía con la naturaleza

Muchos moradores de apartamentos que precisan más espacio y escapar de ruidosos vecinos están optando por una casa unifamiliar, y han convertido al hanok en una popular alternativa.Es el caso de una pareja que lleva seis años viviendo en un hanok hecho a medida al pie del monte Bukhan, en la periferia noroeste de Seúl.


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Lee Byeong-cheol y su esposa, Kim Eun-jin, conversan en la mesa de la cocina en su hanok de dos pisos hecho a medida en la Aldea hanok de Eunpyeong hace seis años, cuando dejaron su complejo de apartamentos. La casa tiene grandes ventanas que permiten disfrutar del entorno natural.

Los hanok han tenido dos puntos de inflexión en la era moderna. Primero, la afluencia de japoneses desde finales del siglo XIX hasta la ocupación japonesa de Corea (1910-1945), creó una crisis inmobiliaria. Los japoneses que llegaron a Seúl se establecieron inicialmente en Chungmu-ro y Hoehyeon-dong, al pie del monte Nam. Pero a medida que esas zonas se llenaron, el gobierno comenzó a interesarse por Bukchon, un barrio centenario al norte de la capital. Situado entre palacios reales y lujosos hanok, funcionarios de alto nivel de la dinastía Joseon y la nobleza ocuparon dicho enclave.

Jeong Se-gwon (1888-1965), un promotor de bienes raíces que hizo grandes donaciones a grupos del movimiento nacional independentista, se opuso rotundamente a que Bukchon se convirtiera en un barrio residencial de estilo japonés. Compró casas grandes en la zona, dividió la tierra en lotes pequeños, edificó pequeñas casas en ellos y las vendió a compradores locales. Ese fue el advenimiento del llamado “hanok urbano”, de estructura cuadrada con un patio en el centro. Logró proteger los derechos residenciales de los coreanos e impedir que los japoneses los echaran, aunque luego fue perseguido por ellos.

Bukchon se convirtió en la aldea hanok representativa de Seúl, pero fue cuando sus casas de estilo coreano sobrevivieron a una segunda amenaza. A principios de la década de 2000, cuando empezaron a demoler las antiguas casas tradicionales por considerarlas inadecuadas para el estilo de vida moderno, el Gobierno Metropolitano de Seúl introdujo un sistema de registro de hanok para proteger el legado arquitectónico del país. Dicho sistema buscaba mejorar el entorno de vida de los que vivían en un hanok, subvencionando parte del mantenimiento y gestión de esas casas para preservar el patrimonio cultural.

Otra iniciativa fue la Aldea hanok de Eunpyeong, creada en 2010 al noroeste de Seúl. Demostró que los complejos de hanok podían ser una gran alternativa a los complejos de apartamentos a gran escala, normalmente agrupados en una zona y considerados una nueva ciudad. Lee Byeongcheol, estudiante de ingeniería urbana del sector TIC, y su esposa Kim Eun-jin, retirada guionista de televisión, son unos de los que hicieron de esa aldea su hogar.

FELIZ, AÚN MÁS FELIZ
Previamente, la pareja era devota de los “apartamentos”. Nunca consideraron otros tipos de vivienda, pero alcanzaron su propio punto de inflexión.

“Solíamos vivir en un apartamento en el barrio de Wangsimni, al este del casco antiguo de la ciudad. Como casi todos los moradores de apartamentos, tuvimos que aguantar una contaminación acústica constante, especialmente los pisotones del vecino de arriba”, recuerdan. “Llegó un punto en que ni siquiera saludábamos a los vecinos en el ascensor. Las únicas vistas desde nuestra ventana eran las paredes del edificio y otras ventanas de apartamentos. Exagerando un poco, nuestra casa parecía una cárcel. Estábamos locos por cambiar”.

La pareja decidió abandonar la vida de apartamento y construir su propia casa de estilo occidental. Mientras buscaban un sitio adecuado, visitaron la Aldea hanok de Eunpyeong y quedaron prendados de inmediato por el impresionante paisaje del monte Bukhan.

“Prístinos arroyos fluían por entre las crestas de las montañas y los peces nadaban en agua clara. Y cerca estaba Jingwansa, un hermoso templo budista. De alguna forma nos sentimos conectados a la tierra de aquí”, cuenta la pareja.

Edificar un hanok sustituyó rápidamente a la idea inicial de crear una casa de estilo occidental. La pareja consideró que una casa tradicional coreana era más adecuada para apreciar la belleza del entorno natural. Fue terminado en 2016 y la pareja lo bautizó como Nangnakheon, que significa “Feliz, aún más feliz”.

Las casas de estilo occidental y los hanok difieren claramente en cuanto a estructura y materiales. Las casas occidentales tienen paredes gruesas para un mejor aislamiento y usan techo pesado.

Un hanok es lo opuesto. Su base es de madera relativamente ligera, y permite instalar grandes ventanales. Las ventanas no solo tienen un objetivo funcional: enmarcan el paisaje en los cambios de estación. El concepto chagyeong, que literalmente significa “tomar prestado el paisaje natural”, invita a disfrutar de la naturaleza como si fuera tu propio jardín.

El exterior de un hanok resulta hermoso por la división estética de líneas y formas, pero al admirar el hermoso paisaje otoñal a través de la ventana, uno percibe que la verdadera belleza de un hanok se halla en la vista desde el interior.

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El pasillo a tres estancias con suelo de madera del segundo piso da al patio frontal. Kim eligió flores silvestres para el jardín por su modesta pero persistente belleza. Le gusta ver las florecer y marchitarse con cada cambio de estación.

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Espectacular vista próxima al monte Bukhan desde la ventana junto al dormitorio. Para disfrutarla al máximo se instaló una ventana de suelo a techo y no la tradicional celosía de madera cubierta con papel de morera.

EL PATIO
Otro atractivo del hanok es el patio. Una pared rodea el patio para mayor privacidad, pero por motivos prácticos no es elevada. Tradicionalmente suele ser de materiales relativamente económicos, como piedra y tierra. El mérito de este muro bajo es que no solo permite a los residentes disfrutar del paisaje inmediato en primer plano, sino también de lejanas vistas desde la comodidad de su sala de estar. El patio actúa como zona de amortiguación, conectando físicamente el espacio interior privado con la naturaleza exterior.

“Nuestro vecino edificó su hanok casi a la vez que nosotros”, recuerda Lee. “Cuando vivían en un apartamento, se sentían obligados a salir fuera los fines de semana, para acampar y demás, porque sus dos hijas siempre se quejaban de verse atrapadas en casa. Pero tras mudarse al hanok, sus vidas cambiaron drásticamente. Ahora no tienen que ir a ningún lado. Sienten que sus vidas son más enriquecedoras”.

“Cuando vivía en un apartamento intentaba salir de casa lo máximo posible, pero desde que me mudé aquí paso más tiempo en casa”, agrega. Su esposa interviene y puntualiza: “Elegí concretamente flores silvestres para nuestro jardín como la onagra, el iris y la malvarrosa. Sentí que la belleza modesta pero resonante de las flores silvestres era similar al hanok. Cuando una florse desvanece, nace otra, y cuando esa se desvanece, otra florece. Mi esposo y yo no somos los únicos residentes de esta casa: las flores viven aquí con nosotros”.

“Mantener” la tradición implica retener elementos dignos de preservar y agregar modernas mejoras adaptadas a los tiempos. Por otra parte, aferrarse excesivamente a lo antiguo no es más que “copiar” el pasado. La pareja optó por lo primero.

Las ventanas no solo tienen un objetivo funcional: enmarcan el paisaje en los cambios de estación. El concepto chagyeong, que literalmente significa “tomar prestado el paisaje natural”, invita a disfrutar de la naturaleza como si fuera tu propio jardín.

TRADICIÓN Y PRÁCTICA MODERNIDAD
“Cuando decidimos construir un hanok pensamos que tenía que ser funcional y moderno, adaptado al estilo de vida actual”, resalta Lee. “La gente no debería adaptar la vida a su casa: la casa debe adaptarse al estilo de vida de sus residentes”.

El primer y el segundo piso de la casa tienen estilos muy diferentes. El primer piso está construido con losas de concreto y tiene una sala de estar, un lavadero, un armario para zapatos y un patio interior, espacios que nada son habituales en un hanok. En marcado contraste, el segundo piso incorpora elementos estéticos tradicionales exclusivos del hanok, como un amplio salón con piso de madera, donde la pareja puede disfrutar de una pausa para el té. Un gran ventanal entre los pilares ofrece mucha luz natural y agradables vistas.

“Dicen que si se mantiene bien, un hanok puede durar 100 y hasta 200 años”, señala Kim. “Estoy feliz y contento de vivir en una casa de condición tan duradera. Estoy deseando ver los cambios positivos que traerá a nuestras vidas a futuro”.

Kwon Ki-bong Escritor
Ahn Hong-beom Fotógrafo

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