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2021 WINTER

hanok : ESPACIO DE CAMBIO

Un invitado en la punta del alero

Las estancias en hanok ofrecen alojamiento en una casa tradicional coreana. Esta tendencia es cada vez más popular entre los jóvenes, así como entre aquellos mayores que sienten nostalgia por las casas de su infancia. Gurume Resort en Andong, provincia de Gyeongsang del Norte, ofrece hospedarse en un hanok . En ese vasto complejo turístico, las antiguas casas coreanas son para vivir y disfrutar, y no simplemente un bien cultural.


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La estrecha veranda del Pabellón Seounjeong, una de las siete casas antiguas de Gurume Resort en Andong, permite disfrutar de vistas lejanas más allá del bajo muro de piedra. La casa fue creada en la década de 1840 por Yi Eon-sun, funcionario civil y descendiente de la novena generación de Yi Hwang, eminente erudito confuciano de mediados de la era Joseon. Fue trasladada aquí en 2008.

El otoño pasado tuve ocasión de pasar una noche en un viejo hanok . No había transcurrido mucho tiempo desde Chuseok, el festival de la cosecha de otoño, y el cielo se volvía más claro y azul al avanzar la estación. El día programado llegó rápidamente, mientras me imaginaba sentado en el suelo de madera de una vieja casa, disfrutando del ambiente otoñal.

Desde que comencé a planificar el viaje, hurgué en los recuerdos de mi infancia en la casa de mis abuelos maternos, donde viví durante un tiempo. No recordaba ni una impresionante casa con techo de tejas, ni una simple cabaña con techo de paja. Pregunté a mi tío y me dijo que, aunque el techo era de paja y no de tejas, los pilares, travesaños y otros componentes estructurales eran los mismos que usaban en los templos budistas. Tras confirmar mis vagos recuerdos, las escenas del pasado volvieron a mí con más detalle.

El recibidor con piso de madera (daecheong ) estaba tan pulido y brillante que correr por el suelo con calcetines resultaba tan excitante como pisar el hielo. Al mirar a la parte inferior de los aleros, veía un nido de gorriones donde los polluelos se escondían en silencio hasta que su madre les traía gusanos, y entonces piaban en voz alta asomando el pico. El horno consumía leña sin cesar mientras el arroz se hacía en la cocina. Las escenas de la cocción del arroz y las vacas rumiando forraje lentamente en el establo se superponían en mi mente, lo que me hizo preguntarme si alimentaban a las vacas antes que a la familia. Pero a diferencia de esas imágenes fragmentarias del exterior, los recuerdos del interior de la casa eran difusos.

SIETE CASAS ANTIGUAS
Llegué a Andong antes de las dos en punto, almorcé rápidamente y luego conduje para ver la enorme presa de Andong, justo al final de la carretera hacia Gurume Resort. Después de un breve recorrido por varios lugares de interés local, ya era la hora de registrarse. Aparqué mi automóvil y llamé al número de la reserva, y pronto un vehículo eléctrico que parecía un carrito de golf llegó al estacionamiento.

El personal puso mi equipaje en el carrito, me instaló en el asiento trasero y me dio un recorrido por el complejo turístico: siete residencias hanok en una suave ladera del valle y otros edificios nuevos de estilo tradicional. Las casas antiguas, que datan de entre el siglo XVII y principios del siglo XIX fueron reubicadas aquí pues sus emplazamientos originales corrían peligro de inundación cuando crearon la presa de Andong hace cincuenta años. En una casa hanok , todos los elementos arquitectónicos pueden ser desmontados y reensamblados para reubicarla en un sitio diferente, o almacenados y reciclados para construir futuras casas. Imaginé que las casas frente a mis ojos habían sido desmontadas y reensambladas conmigo aquí. Si tengo ocasión, algún día querría ver ese mágico proceso.

Después del recorrido, me dirigí a la casa donde pasaría la noche. Llamada “Gyenam Old House”, estaba rodeada por una cerca baja con una puerta de maleza y un patio bien ordenado más allá. Crucé el patio y abrí la alta puerta interior, que conducía a otro pequeño patio en el centro. Ese patio cuadrado estaba rodeado de varias estancias: los cuartos interiores, los cuartos exteriores y una habitación separada en el medio. Se suponía que me quedaría en los cuartos exteriores, pues en los cuartos interiores había una familia, y la habitación central quedaría vacía. En el pasado, el propietario vivía allí y recibía a sus huéspedes en los cuartos exteriores, en un edificio separado con una habitación grande, un recibidor con suelo de madera y otro cuarto más pequeño en forma de L. El edificio donde dormí tenía el mismo diseño. Los moradores de la casa debieron socializar con los huéspedes y debatir sobre los temas del pueblo allí. Tal vez porque siempre estaba abierta a los visitantes, era más animada que otras partes de la casa. Deshice mis maletas y salí a ver los alrededores, mientras aún clareaba.

Las líneas de los techos y los aleros eran agradablemente simples, pero el diseño de las paredes y las celosías de las puertas era elegantemente intrincado. Me pregunté qué pensarían nuestros antepasados al construir las casas así. Di algunos pasos atrás para admirar la casa en su totalidad desde varios ángulos hasta hallar la mejor vista: un lateral de la casa elevándose tras unos crisantemos siberianos. La casa era impresionante, pero no conseguía eclipsar las f lores de otoño. Con el cielo despejado, las colinas verdes y la suave brisa, ofrecía un fondo tranquilo contra el que las f lores silvestres podían presumir de su breve belleza. De ser artista, me hubiera sido difícil no retratar esa escena.

Sentí un ligero sudor en la espalda al regresar a la casa y me senté un momento en el vestíbulo con las puertas abiertas. En un hanok , el recibidor sirve como sala de estar, mientras que el estrecho porche de madera exterior es como un pasillo. Cuando vivía en casa de mis abuelos, el vestíbulo era mi lugar favorito. El recuerdo del espacioso suelo de madera, donde rodaba en verano para refrescarme, volvió a mí con el olor a madera. Pero ahora el tiempo era fresco y no necesitaba tenerlo todo abierto.A través de la puerta principal podía ver el estrecho porche, y más allá el patio exterior, la cerca de seto bajo y el jardín. Una brisa se arremolinaba en la terraza exterior y barrió el recibidor.

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Gyenam Old House, probablemente data del siglo XIX, tiene una planta cuadrada con un patio central, típico de las casas de clase alta en la región de Andong. Los cuartos exteriores (sarangchae) se ubican a la derecha de la puerta, y los interiores (anchae) tienen un amplio salón con piso de madera. Yi Gwi-yong, padre de Yi Eon-sun, construyó esta casa como residencia principal, pero fue trasladada al lugar actual en 2008.

EL GRAN CONFORT DE LAS MANTAS
Cuando el sol estaba a punto de ponerse, salí del complejo para cenar. Como dejé el termostato encendido de cara a la fría noche, un suave calor envolvía mi habitación cuando regresé gracias al ondol, un sistema de calefacción radial. Satisfecho el hambre y con un agradable calor bajo mis pies, de pronto me sobrevino el cansancio del día. Me tumbé en el suelo sin siquiera sacar la ropa de cama. En mi casa de Seúl apenas me siento o me tumbo en el suelo, pues tengo un sofá en el salón y una cama en el dormitorio. Solo una pequeña parte de mi cuerpo, la planta de mis pies, entra en contacto con la casa. En cambio, en un hanok todo tu cuerpo toca el suelo. Tumbado en el suelo, observé la sensación en mis nalgas, en la columna vertebral y en la parte posterior de mi cabeza. Bajo una fina capa de suelo había un sistema de chimeneas construidas con losas de piedra y cubiertas con tierra para hacer circular el aire caliente. De alguna manera, sentía como si la energía de la naturaleza emitida por la tierra, se elevara desde abajo.

Decidí ducharme antes de sentir demasiada languidez. Con mis artículos de aseo fui al baño, no muy distinto del de un buen hotel. Me sentí algo desorientado, como si me hubieran trasladado del pasado a los tiempos modernos, pero el agua tibia que brotaba del grifo se llevó mi fatiga. De vuelta en la habitación, me sequé y extendí la ropa de cama. Al reservar el cuarto dije que iría solo, pero la ropa de cama ordenada en la esquina incluía dos colchones: unas mantas gruesas y densas llamadas yo, que se sacan cada noche y se doblan por el día. Probablemente, el colchón de repuesto sea para poner encima del otro si el duro suelo resulta incómodo. Toda la ropa de cama era de confección tradicional, con funda de algodón rellena de algodón. Me gustaba la forma en que esa pesada manta rellena de algodón con su crujiente cubierta presionaba agradablemente mi cuerpo, como si me abrazara con fuerza en vez de cubrirme. El recuerdo del interior de la casa de mis abuelos, antes tan vago, comenzaba a retornar.

Tenía cierta noción de por qué estos recuerdos habían sido tan esquivos. En casa de mis abuelos, las habitaciones estaban casi siempre oscuras, el viejo papel de la pared descolorido, y el amarronado papel del suelo chamuscado por el calor de las chimeneas de losa de piedra. El papel de morera pegado a las puertas de celosía era de mala calidad, áspero y grueso. Las habitaciones de “Gyenam Old House” eran más brillantes, el papel de pared estaba limpio y la iluminación empotrada en el techo hacía sentir que la casa emitía luz por sí misma. Los marcos de las puertas y las otras estructuras de madera que soportaban las paredes y el techo se veían sólidos e intactos, pues no habían sido expuestos a los elementos, y el suave ref lejo de la madera agregaba un tono dorado a la habitación. Al pensar en aquella vieja casa, me senté, retiré la manta y me dirigí a las puertas para pasar mis dedos sobre el papel tenso que cubría las celosías. Obtuve un sonido profundo y claro como el de un tambor.

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Gurume Resort son siete hanok construidos en Andong entre los siglos XVII y XIX. Fueron reubicados en un recinto montañoso suave para servir como alojamiento. Como ropa de cama para los huéspedes ofrecen gruesas mantas rellenas de algodón y cubiertas con la misma tela. Por su frescor, el algodón era muy común como ropa de cama en los viejos tiempos.

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A diferencia de las habitaciones con sistema ondol de calefacción radiante, el baño fue renovado con estilo moderno para confort de los huéspedes. Como cualquier otro hotel, el baño tiene bañera, ducha y las comodidades básicas.

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Estrechos caminos de tierra serpentean entre las antiguas casas del complejo. Son perfectos para pasear y observar las casas, que varían en estilo y escala, y disfrutar del paisaje circundante.

SABOR DE HOGAR
Si había algo que ambas casas, claramente distintas, tenían en común y que hizo que mis esquivos recuerdos volvieran a inundarme, era la manta llena de algodón. La cómoda sensación de la manta me recordó la calidez de mi familia. Incluso en esas habitaciones oscuras y en mal estado, había sido feliz. Me encantaba el guiso de pasta de soja espesa y la sopa de fideos cortados a cuchillo que hacía mi abuela. Después de comer, mi abuelo fumaba sentado contra la pared, con su almohada de madera apoyada en la espalda. Mi abuela lo regañaba por fumar mientras yo estaba en la habitación, y él se levantaba en silencio con su almohada de madera y salía al vestíbulo. Cuando me aburría, sacaba todas las cintas de casete que mis tíos coleccionaban y jugaba con ellas al dominó. También mezclaba las cintas, poniéndolas en estuches equivocados para gastar una broma a mis tíos, pero no sé si alguna vez se dieron cuenta. Como mis abuelos fallecieron hace tiempo y solo veo a mis tíos una o dos veces al año, los recuerdos de la infancia parecen de otra vida.

En los cuartos interiores, otros huéspedes que parecían una familia estallaron en risas y el sonido me llegó desde el otro lado del patio. Pensé en algo que quería escribir, así que acerqué una mesa baja hacia mí y recogí algunas frases en mi ordenador portátil. Me parecía que el verdadero valor de un hanok podía apreciarse mejor al estar ocupado por una familia, y no por un viajero solitario. Pensé que tenía mucho que decir, pero me resultaba difícil poner algo en palabras, posiblemente por la emoción de estar en un lugar nuevo. Dejé el portátil sobre el escritorio y salí al umbral del vestíbulo a sentarme. El aire de esa noche de otoño era frío, pero refrescante para mi cálido cuerpo. Miré al cielo repleto de estrellas para leer las constelaciones cuando vi algo así como una brizna de hierba colgando de la punta del alero. Me puse de pie para observar de cerca y vi que era una mantis religiosa colgando boca abajo. El insecto estaba inmóvil con la cabeza levantada hacia el cielo. ¿Cuánto tiempo llevaría así? ¿En qué estaría pensando? Imaginé qué podría pasar por su mente hasta que me hallé temblando de frío. Volví adentro y me acomodé bajo la manta, pensando en la solitaria mantis religiosa que observaba el cielo y, antes de darme cuenta, me quedé dormido.

Kim Deok-heeNovelista
Ahn Hong-beom Fotógrafo

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